La compañía Okarino Trapisonda ha producido 35 espectáculos en los primeros 32 años. Siempre preocupada por el acto comunicativo, escogió el muñeco como herramienta, la magia del teatro como medio y la armonía como fin. Comenzó elaborando obras de corte tradicional de tradición folclórica, pero rehusando el uso de la cachiporra como elemento “solucionador” de los problemas. Ha adaptado cuentos populares a una dramaturgia complicada en la que mezcla técnicas y lenguajes variados, insertando actores y títeres. Ha experimentado en el mundo del ballet y con la música en vivo, creando partituras para trío, quinteto y hasta nueve músicos, en una interrelación de música y marionetas.
La línea de trabajo fue, en un comienzo, la modernización del teatro callejero, intentando compilar los mecanismos usados por los titiriteros desde antiguo. Desde estas primeras obras ha utilizado la participación de una manera semi espontánea (movida por secretos elementos dramáticos que hacen que los niños participen de modo propio). Posteriormente ha experimentado en el uso de diversas técnicas y tamaños en una misma obra, todo al servicio de la comunicación propia y singular del lenguaje titiritero. Añade a esto la música con la presencia de los intérpretes en la escena.